viernes, 1 de mayo de 2015

Leonor Espinosa "cocina y cava" Bogotá.





Leonor Espinosa nacida en Cartagena también conocida por su apodo Leo, es una chef colombiana y dueña de un restaurante situado en la ciudad de Bogotá llamado Leo Cocina y Cava,calificado en el 2007 como uno de los 82 mejores restaurantes del mundo. Es economista y artista plástica. Según ella su trabajo se basa en mostrar y reivindicar las tradiciones gastronómicas de Colombia a partir de su patrimonio biólogo, cultural e inmaterial
Leonor nació en Cartagena, Colombia. Es madre soltera de una hija llamada Laura quien estudió relaciones internacionales y ahora es un sommelier y especialista en desarrollo sostenible y es directora de la Fundación Leonor Espinosa (FUNLEO) creada por su madre.

Daniel Kaplan "Qualité Burger Market" Bogotá.

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Este chef no tradicional había intentado de varias formas hacer algo original, pero fueron las hamburguesas las que dieron en el clavo. Sí, hamburguesas originales de altísima calidad. Historia de un persistente.
En el círculo de amigos del Daniel Kaplan existe todavía una fumarola de asombro con el nuevo trabajo de este cocinero bogotano, egresado del excepcional Culinary Institute of America y fogueado en los más exclusivos restaurantes y hoteles de Nueva York, Washington y Bogotá. A simple vista, los lamentos de muchos de ellos podrían justificarse, pues su querido Daniel, a pesar del envidiable pedigrí que lo acompaña, está ahora dedicado a hacer hamburguesas. “¿Hamburguesas, Dany?”, le preguntan. “Sí, hamburguesas”, les responde.
Sin embargo, Kaplan no se cambia por nadie porque, de cierta forma, ha encontrado en estos emparedados de carne molida un eco real a su más concepción gastronómica personal, en la que el ingrediente lo es todo, y, en su caso, algo más.
Llegó a este punto de hervor después de buscar el éxito, fallidamente, con dos admirados restaurantes temáticos en Bogotá, especializados en platos selectos y de corte universal. Sin duda, eran conceptos ejecutados a destiempo. Fue entonces cuando decidió pensar en algo tan simple y sencillo como una hamburguesa, sólo que él se empeñaría en convertirla en la mejor del mercado. Sin embargo, aún no sabía cómo lograrlo.

Descendiente de una familia de judíos-alemanes, Kaplan no se da por vencido fácilmente. Reconoce que no nació ni creció alrededor de las hornillas familiares. Sólo guarda el recuerdo de su abuela materna, quien lo deleitaba con platillos de su entorno cultural, como los latkes o torrejas de papa.
Bachiller del colegio Nueva Granada e hijo de un empresario estadounidense dedicado al negocio de lavado en seco, Kaplan ingresó a la Universidad de los Andes a estudiar ciencia política, pero, al cabo de un año, “las directivas y yo decidimos que ni a ellos ni a mí nos convendría que yo siguiera estudiando esa carrera”.
Dio clases de inglés, ahorró algún dinero y se marchó a un kibutz, en Israel. Al llegar, los dos únicos oficios disponibles no tenían nada de glamorosos: recoger sandías y ayudar a preparar desayunos, almuerzos y comidas para 800 personas. A pesar de las largas horas de trabajo y de la intensidad en las tareas, descubrió que la cocina era lo suyo. Regresó a Colombia y se enlistó en el departamento de gastronomía colombiana del Sena. Sin haber terminado sus estudios, envió una solicitud al Culinary Institute of America (mejor conocido como CIA) –una especie de Harvard de la gastronomía– y fue aceptado.
Hizo sus primeras prácticas en el Rainbow Room, un restaurante y club nocturno situado en el piso 65 del edificio de GE, en Rockefeller Center. Luego continuó adquiriendo experiencia en el primer restaurante de Harry Sasson, en Bogotá. Regresó a Nueva York, se graduó y viajó a Chile, donde manejó el restaurante de Termas de Cauquenes. Volvió a Colombia y se sumó al equipo de trabajo de los restaurantes Di Lucca, Niko Café y San Ángel. De regreso a la Gran Manzana ingresó en la nómina del New York Palace Hotel y de allí se mudó a Washington para trabajar en la cocina del National Press Club, donde lo sorprendió el ataque terrorista contra las Torres Gemelas.
Se casó con una inglesa y ambos se instalaron en Nueva York. El siguiente empleo fue en el Hemsley Park Lane Hotel, uno de los sitios más lujosos de Manhattan. Allí, Leona Hemsley, la millonaria y excéntrica dueña, lo adoptó y lo convirtió en su propio cocinero y en el de su perro. El can comía tres veces al día platos como fresas con crema, pescado a la plancha y pastas. “Pobre animal”, recuerda Kaplan. “Con semejante régimen, vivía enfermo. Pero Leona creía que su mascota era la reencarnación de su marido muerto”.
Llegó el momento de probar suerte en Colombia e, inspirándose en las clases de risotto de un antiguo profesor suyo, montó el restaurante 29, en la calle del mismo nombre, ubicada en la parte baja del barrio La Macarena, en Bogotá. Fue declarado el “mejor restaurante nuevo” de la ciudad y Kaplan fue ungido como “chef revelación”. Pero la gente no entendía muy bien el concepto del restaurante temático y le costaba trabajo desplazarse hasta allí. Finalmente cerró.
Una experiencia similar fue la de Gastropub, en la calle 69 A, en plena Zona G. Era una especie de tapería de gran resonancia en Europa y Estados Unidos, porque la gente acompañaba sus platos con distintas bebidas. Pero tampoco funcionó.
Resuelto a no colgar los sartenes todavía, comenzó a estudiar la posibilidad de montar, sin socios, su soñada hamburguesería. No quería casas de conservación ni diseños estilizados. Tendría suficiente con un pequeño local y una ventana que diera a la calle. Era algo distinto y original, y, sin duda, económicamente viable.

Estando en esto, el rabino de su sinagoga le comentó que unos conocidos suyos –colombianos, no judíos– estaban buscando un chef ejecutivo para un nuevo proyecto. Kaplan los conoció y se declaró fascinado con su visión del negocio.
El proyecto giraba alrededor de productos pecuarios y agrícolas limpios y saludables, bajo los preceptos kosher, o sea, el exigente sistema de revisión de alimentos exigido por el ritual judío.

Kaplan notó que la planta en Briceño, cerca de Sopó, cultivaba insumos como lechugas, tomates, cebollas y papas hidropónicas, o sea, y, ¡oh coincidencia!, los ingredientes básicos de una hamburguesería. Finalmente, esta suma de casualidades dio origen al proyecto de Qualité Burger Market, donde se ofrecen, fuera de hamburguesas, distintos cortes de carne, con acompañamientos y salsas naturales. Las carnes son Angus, Wagyu y Wangus, una combinación de las dos anteriores, con niveles de Omega 3 similares a los del salmón.
Con dos locales –uno en la carrera 14 con calle 84 y otro en la calle 120A con carrera 6, en Usaquén– el Qualité Burger Market es uno de los proyectos gastronómicos de más rápido crecimiento en la capital. “No hay nadie que posea granjas propias, como las nuestras, para promover un programa sustentable y saludable sin precedentes en este mercado”, dice Kaplan.
En el Burger Market, además, los panes son elaborados con harinas orgánicas, y los aceites provienen de marcas como Grasco, que también se rige por las prácticas kosher.
¿Pero no es “comida chatarra”, al fin y al cabo?, le pregunto a Kaplan.

“Lo de chatarra se refiere a alimentos no seleccionados, hechos en ambientes no saludables, cargados de colesterol y edulcorantes artificiales”, responde. “Lo nuestro es lo opuesto, pero presentado en un tipo de plato que a todos nos gusta”. En suma, su nueva fase es la comida saludable y natural, a la que no hay que ponerle más que sal y pimienta, y ya está”.
El grupo de inversionistas, encabezado por los dueños de la Fundación Universitaria San Martín –conocida por sus estudios en ciencias animales–, abrirá un restaurante nuevo este año, también especializado en carnes kosher –de res, cerdo y pollo– y en legumbres y vegetales orgánicos. Muchos de los productos estarán exhibidos y disponibles para la vente en los distintos locales.
Así es que, sin premeditarlo, Kaplan forma parte de una nueva tendencia alimentaria, y todo –quién lo creyera– a punta de hamburguesas. De paso, se sacó el clavo de hacerlo distinto a todos los demás.


Qualité Burger Market Zona Rosa
Carrera 14 # 83-53
Teléfono: 257 9047
Lunes a miércoles: 12:00m-10:00pm
Jueves a sábado: 12:00m-12:00pm
No abre el domingo
Bogotá
Facebook: Alimentos Qualité

Burger Market Usaquén
Qualité Burger Market Usaquén
Calle 120 A # 6 A 16
Tel: (1) 629 9782
Domingo a domingo: 12:00m a 10:00pm
Usaquén

María José Yances "La cocina de Pepina" Cartagena.



Yances Guerra nació en Montería. Estudió sociología. Después de desempañarse como docente en la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Cartagena y de desempeñar cargos públicos en el Departamento de Córdoba y en el Ministerio de Agricultura optó por la investigación en cocina como alternativa para alejarse de la esterilidad propia de la vida pública.
Ejerció como cocinera en su restaurante La Cocina de Pepina de Cartagena de Indias, donde divulgó los patrones de cocina.
Publicó un libro de cocina con un formato muy especial, patrocinado por la Gobernación de Córdoba que se denomina “Me sabe a todo. La tradición culinaria de Córdoba” en 2009.
En el departamento del Atlántico lideró la investigación de la ruta gastronómica del departamento y el rescate de la arenca como plato típico de Suán. La chef era una de las invitadas a Sabor Barranquilla.

Murió 23 de Agosto de 2014

Biografía de Segundo Cabezas


SEGUNDO CABEZAS

Uno no se imagina cómo el más prestigioso Maitre Chef de Cuisine que tiene nuestro país, haya comenzado su brillante carrera lavando platos en Cali. “Nací en Barbacoa, Nariño el 23 de abril de 1928 al lado del Río Guaimandú, casi concentrado en una selva. De pronto, mamá murió en 1944, yo la adoraba demasiado; Entonces, salí a recorrer el mundo. Llegué a Cali e inicié mis labores en la cocina lavando ollas, limpiando pisos y poniendo orden”, recuerda con gran nostalgia “el maestro Segundo” – como le dicen tanto alumnos como colegas de la universidad donde ahora dicta un diplomado en Arte Gastronómico.

El chef Segundo Cabezas estudió en la reconocida Academia Cordón Bleu de París y tuvo la oportunidad de realizar pasantías en los Hoteles Carlton de Estocolmo, Savoy de Londres, Les Alles de Cannes, Hilton de Berlín y el Restaurante Maxim’s de París.

Ha desarrollado una extraordinaria vida laboral, donde se ha desempeñado como commis en el restaurante Temel, como Chef Ejecutivo de los clubes Jockey, Country y Los Lagartos en Bogotá, las Embajadas de Venezuela y Francia en Colombia, de Colombia en Francia y de la Presidencia de la República; asesor gastronómico del casino de ingenieros de Acerías Paz del Río, de la Fuerza Aérea, de los Hoteles Tequendama de Bogotá y Nutibara de Medellín, y de los restaurantes la Fragata y Caña Brava de la capital.

El maestro Cabezas fue anfitrión gastronómico de 14 jefes de Estado y de importantes personalidades de diferentes nacionalidades y estamentos entre ellos: Indira Gandhi, John F. Kennedy, Charles de Gaulle y Rafael Caldera.

El hombre que retó la tradición...

En aquella época cuando se inició Segundo Cabezas, fue visto como el hombre que retó la tradición, renunciando a las escuelas de leyes y medicina para rendirse a los encantos de las recetas, lo que dio inicio a un largo camino que ha recorrido a través de sus 73 años de vida. Ya se torna comprensiblemente conversador como símbolo de sus vivencias gastronómicas, además, de su inocultable sinceridad, perfeccionismo y sentido crítico propios de su fuerte carácter, lo cual se combina con instantes de ternura, nostalgia y sentido patrio. 

Su primer acercamiento a las ollas y sartenes fue aficionado, al igual que los chefs europeos. Entró como aprendiz a las cocinas caleñas y posteriormente, en 1952 cuando trabajaba en Paz del Río durante la construcción de la siderúrgica, se apasionó por el mundo de la cocina francesa y así mismo, a ver la diferencia entre los dos mundos: el de la cocina colombiana y la francesa. 


“Europa es otro mundo...”

De pronto, el maestro toma un sorbo de su jugo de naranja con vodka y retoma la charla: “...Es que allá la gente vive para comer y aquí se come para subsistir, y es obvio, allí hay una cultura de 500 años, naturalmente eso al comienzo me sorprendió. Y así fue como me entró la fiebre o la psicosis de irme a estudiar cocina a Paris...”. Y como en 1953 ya ganaba muy bien, su pasión no le dio espera y partió a Francia a estudiar en Cordón Bleu, una escuela con más de 200 años de tradición. El cambio fue muy duro para porque no entendía el idioma y según él -no sabía ni cocinar un huevo - , pero lo más difícil fue el cambio de cultura y todo lo que implica.

“Cuando uno va de acá como salido del monte, como un miquito que lo sueltan, es tenaz; pero eso ha sido bonito y me ha nutrido...”, dice el maestro y al instante, salta bruscamente a lo que hoy vive y anota: “Ayer estaba cumpliendo 74 años, y este espacio estaba repleto. Esto no me lo construyeron a mí, - refiriéndose a su taller de cocina -, sino a nuestro pueblo, ellos han sido muy gentiles, me han dado lo que he pedido. Eso me ha vivificado, veo a mi pueblo más grande a pesar de todas estas consecuencias 

de violencia, de guerra”.

Segundo Cabezas, tuvo en Bogotá varios restaurantes de cocina francesa a los que le invirtió alma, vida y corazón...y dinero, obviamente, pero afirma que los acabó por falta de cultura gastronómica del país. Dice que la gente a pesar de nacer en noble cuna, no saben sentarse a manteles y repite lo que nunca se cansa de advertir, “el destino no sólo de una familia sino de una nación depende de la manera como se alimente su pueblo y que todos los problemas socio económicos de los pueblos se arreglan a través de manteles”.


Experiencias inolvidables...

Cuando contaba que trabajó con la presidencia durante los años comprendidos entre 1968 y 1970, vino a su memoria y con picardía recordó el día en que como anfitrión gastronómico de Indira Gandhi, vio la expresión de asombro en sus ojos al probar el mousse de curuba, fruta desconocida, culpable del poco protagonismo que tuvo el plato fuerte de la ocasión que, además de todo contenía carne, justo lo que en su cultura es prohibido comer, pero como a Segundo Cabezas lo que nunca le ha faltado es poder de convicción, se encargó de hacerla comer.

Hace un año y medio cuando estaba decidiendo irse para París o a Las Vegas donde su hijo trabaja, un amigo suyo lo convenció de quedarse a dictar el diplomado y cuenta con emoción que la gente ha recibido divinamente el mensaje y ha respondido. Inmediatamente, explica que a este asisten sicólogos, médicos, amas de casa, diplomáticos y muchos futuros profesionales que sueñan con irse a Europa o a Estados Unidos a embarcarse en un trasatlántico.


La dicha de transmitir...

Y es que el maestro Cabezas siempre ha enseñado. Desde que salió del Jockey Club se dedicó a recorrer el país enseñando en clubes, hoteles, restaurantes, –como dice él – “con su academia empacada en baúles” y su trajinada maleta negra. “Esa es la dicha mía, transmitir y decirles otra vez que el destino del pueblo y de una familia está a través de un plato bien confeccionado...”, añade.

Para Segundo Cabezas es bien claro que su arte es tan importante como la música, la poesía, la escultura y resalta que es la mejor de todas, por eso le aconseja a quienes se inclinan por ésta, que no renuncien por prejuicios sociales, sino por el contrario, que estudien y se perfeccionen. Si de escuelas se trata, recomienda sin dudarlo, la de Lausana, Suiza, ...pero el ‘único problema’ que le ve, es que es la más costosa del mundo.

Explica que en esta escuela se comienza lavando ollas, platos, pelando verduras hasta lavando baños pasando por varios niveles para llegar a ser gerente de las mejores cadenas hoteleras, quienes ganan muy bien, pero nos aterriza diciendo que aquí nadie podría pagar esa carrera. Según Cabezas, lo hizo el SENA con Rodolfo Martínez Tono, su amigo, pero llegó el doctor López, también amigo suyo y lo acabó. 

Al referirse al diplomado de Arte Gastronómico dice que es un tema más profundo y conceptual y explica como si estuviera en su clase: “Primero, culinaria es el arte de saber cocinar y someter a un proceso de cocción una gama de alimentos; gastronomía, el arte de coordinar lo que se va a comer o sea, los entremeses, los potajes, los aderezos y enología, es la ciencia de los vinos, de sus elección, temperatura, densidad, y luego viene el protocolo, que es el arte de servir.


¿Y por qué no lo nuestro...?

A estas alturas ya un poco impaciente y enfático reclama, “Me gusta la cocina francesa, pero también la nuestra. La gente quiere comida europea, por qué no un ajiaco santafereño, una sobrebarriga con papas chorriadas y un sorbetico de Curuba?. Es divino y es nuestro”.

Después, tratando de convencer con manos, ojos y de pronto con una espontánea y contagiante carcajada pone un ejemplo simple de cuando viene un huésped francés al país y dice: “No vamos a servirle una salsa bernesa o un entrecôte Mirebeau o Marchand d vin porque ya están cansados de comer eso allá, en cambio, si le damos un ajiaco, un puchero o un cuchuco bien hecho, sabroso, bien servido y con cariño se lleva ese souvenir de Colombia. Ellos lo valoran porque tienen esa cultura, pero aquí no. Por eso es por lo que estoy luchando”. 

Y para terminar agrega: “No solamente el destino de una familia o el de una nación depende de la manera cómo se nutre su pueblo”. 

Cuando terminamos de hablar, se mostró muy contento y le dijo a su asistente que estas eran las entrevistas que le gustaban y le dijo: “prográmeme otras de este estilo, porque en esta si me dejaron hablar” e inmediatamente, dio la orden de que nos sirvieran un ajiaco con pollo con todas las de la ley.

Biografia de Lacydes Moreno

Lacydes Moreno, chef - Archivo Diners
Escuchar a Lácydes Moreno Blanco, cocinero cartagenero, exdiplomático en Cuba, Haití y Japón, conocedor de culturas, periodista, lector, inquieto autor de libros sobre la cocina de la patria, es navegar por un océano infinito de ideas, historias de hace casi cien años, viajes, imágenes.
“Navegar” e “infinito”, dos palabras que usa con reiteración. El vaivén del oleaje de su memoria es el de una voz de costeño añoso, rítmica, juguetona con las palabras. Una voz que se sitúa entre la calidez del fogón (“palabra que me gusta mucho”) y el sepia del álbum de unas fotos de lugares que hace tiempo dejaron de existir.
 
Noventa y cuatro años tiene. Nació en Burdeos (Francia), pero nunca fue otra cosa que colombiano. Es inevitable pensar en Marcel Proust cuando se le oye saborear la narración de su propia historia.
“¡Zulmaaa! Abre un poquito la puerta pa’ que ventile y dales un cafecito a los señores. ¿No está todavía? Bueno. –luego se vuelve hacia nosotros y dice–: Te felicito que estés interesado por eso. Yo he tenido varias experiencias”.El reloj de la sala da las doce.
“Hubo un famoso general, Lácides Segovia, senador, jefe conservador en Bolívar, medio emparentado con mi padre, Benjamín J. Moreno, que era periodista. Mi abuelo por parte de madre, el doctor Antonio Regino Blanco, un médico eminente, brillante intelectualmente, senador de la República, se vino a Bogotá en el año 18 y en una semana murió la familia, por la epidemia que hubo ese año. La única que quedó viva fue Soledad Blanco, la que sería mi madre.
“Entonces, el general Segovia le dijo a mi padre: ‘Usted se va a Bogotá y se casa inmediatamente, porque Soledad se quedó sola’. Vino, se casaron, casi muriéndose ella ahí, en la pensión donde vivían, y a la semana le dijo: ‘Yo voy a llevar a Soledad para Girardot’. ‘No’, le dijeron los médicos, se le muere en el camino. ‘De todas maneras se va a morir’.
Pues ella le sobrevivió a él.
“Entonces mi padre quiso, en memoria del general, que su primer hijo varón, que fui yo, se llamara Lácydes. Pasando el tiempo, descubrí que Lácydes, con ‘y’ griega, había sido un famoso griego. Era hijo de un filósofo y murió de tomar vino (carcajada)”.
Tiene usted un antecedente célebre ahí…
Me pareció simpática la cosa.
* * *
Le digo que quiero entrevistarlo porque las nuevas generaciones no saben lo que ha hecho. Y hoy el tema gastronómico está en todas partes, pero cuando él y otras personas comenzaron a hablar de cocina, gastronomía, comida, era un tema casi de élite, muy desconocido.
“Yo fui resultado de mi ciudad. Soy de Cartagena, mis padres eran cartageneros. Entonces se cumplía a horas fijas el rito, porque la cocina es rito también, de sentarse uno a la mesa a las siete, siete y pico de la mañana, el desayuno. ‘Buenos días, padre’. Al mediodía, religiosamente, doce y media, una, el almuerzo, con sopa, con pescado, con lo que fuera. Entonces, el concepto del gusto nace en el hogar”.
* * *
Memoria privilegiada. Da pinceladas con lo importante, con lo que se necesita para pintar una situación, como el que condimenta una vianda con los ingredientes más sabios.
Su voz desgaja gustosamente recuerdos.
“Y tú navegas con esos gustos, con esas vivencias de las papilas. Había una cosa curiosa en el hogar cartagenero, que eran las cocineras negras. Había en casa una señora llamada Cesaria, que tenía tres o cuatro hijos: mis compañeritos de juego.
“Yo veía ese mundo en la cocina desde mi hogar. Para mí, en ese momento, la cocina tuvo una trascendencia, pero le combatían a uno la afición a la cocina. Le decían que todo el que se metía en ella era un ‘josefino’, un maricón. Y como a mí me han impresionado siempre las mujeres, pues nada de eso. Pasado el tiempo nos vinimos para Bogotá, en el año 42, porque mi padre era colaborador de El Siglo.
“Entonces comencé a descubrir otra dimensión de la cocina, que era el mundo de los restaurantes, en Bogotá, e inicié mis estudios de Filosofía y Letras, que era lo que a mí me gustaba. En eso me nombraron para la Corte Suprema de Justicia como asistente del doctor Fulgencio Lequerica Vélez, que fue para mí como un padre espiritual. Estuve con él como dos años y a él lo designaron ministro de la Embajada en Cuba, y él pidió al gobierno que quería llevarme. Ahí comencé mi carrera. Proseguí mis estudios en la Universidad de La Habana, como asistente, porque nosotros trabajábamos por la mañana, en la tarde tomaba mis cursos de literatura italiana, filosofía… Y estuve en el servicio exterior –detesto la palabra diplomático– casi 38 años.
“En La Habana descubrí que, como buenos españoles, a los hombres les gustaba cocinar y hacían las paellas. Entonces ya comenzó en ese momento mi afición, aplicándome a la cocina con más énfasis, con más entusiasmo, y al mismo tiempo la lectura de libros de cocina. Y fui descubriendo entonces una cosa para mí extraordinaria, que la cocina no es comer solamente.
“Hay dos formas de comer, sin las que el hombre no existiría. Las dos formas de comer son la mesa y la cama. Para mí descubrir esto fue el nacimiento de una saga espiritual que todavía no he podido concluir, porque me he pasado más de 50 años y no sé de cocina. ¿Por qué? Porque es una cosa infinita”.
¿Qué fue lo primero que intentó preparar y cómo le quedó?
Lo primero que yo hice fue lo siguiente: las cocinas –en tiempos de la negra Cesaria– eran de carbón. La estufa tenía su hornila y debajo había un hueco donde caían cenizas. Esta negra pelaba su plátano verde y lo metía allí para que se cocinara dentro de ese fuego. Al mediodía hacía un tazón de café con leche, un tajo de queso y ese era su almuerzo: café, queso y su plátano verde. Se suscitó una discusión en la mesa familiar porque ese día los plátanos habían quedado mal.
Entonces yo, en una de esas locuras, le dije: “Papá, yo te voy a hacer un plátano”. Y se echaron a reír. Al día siguiente qué hice: copiar a Cesaria. Pelé un plátano y lo metí. Cuando le llevaron el plátano, no creía que yo lo había cocinado. Fue la primera cosa que hice.
¿Por qué considera la cocina una “cosa infinita”?
Ahora han inventado la comida fusión, la cocina con fusión. ¡Si todas las cocinas del mundo son fusión! Qué haríamos nosotros sin la cocina criolla, que está hecha de qué: de elementos encontrados, de vivencias y culturas encontradas, de conceptos y sabores encontrados, de productos encontrados: con lo español, con lo africano, con lo nativo, con lo muisca. Entonces, fíjate el encanto que tiene la cocina y por qué para mí es un mundo infinito.
¿Cuándo se definió usted por la cocina? ¿Cuándo dijo: esto es lo que quiero hacer y no más?
Antes de la cocina fui periodista. Comencé mi carrera periodística con Eduardo Lemaitre, que tenía el periódico El Fígaro, en Cartagena. Me llegó a nombrar hasta jefe de redacción del periódico. Yo tenía 18 - 20 años. Entonces tuve dos grandes amigos, que eran Tito de Zubiría y Enrique Grau. Grau hacía las ilustraciones del periódico. Con Tito, que había tenido ya su tragedia en Estados Unidos, en la que quedó inválido, sacamos la página ‘Lunes literario’. Entonces, cuando me vine para Bogotá, seguí colaborando en El Siglo. Me gustaba mucho la historia.
Me contaba que en Bogotá descubrió el mundo de los restaurantes.
En aquel entonces conseguir aquí en Bogotá un pedacito de pescado de mar era imposible. Había un señor Jaramillo (la tradicional Pesquera Jaramillo), frente a la telefónica, a donde todos los cartageneros iban a comprar el pescado. Aquí se conocía un poco el capitán y otros pescaditos de río, pero no los del mar. Con el paso de los años, a mi padre lo nombraron intendente de las islas de San Andrés y Providencia, cuando el conflicto con el Perú. Entonces mamá nos embarcaba en goletas, embarcaciones sin motor, que duraban tres o cuatro días, cuando había viento favorable.
Y llegué a San Andrés, y conocí una de las islas más prodigiosas del Caribe. Recuerdo aquellas nasas que sacaban por la mañana los sanandresanos, con las langostas, con los pescados y los cangrejos. Se comían unos pescados excelentes.
¿Cuánto duraron en San Andrés?
Pasó lo siguiente: mi padre estuvo casi dos años de intendente. Se enamoró allá y allá se quedó (carcajada). Es que eran unas islas paradisiacas. El mar era tan lúcido que se echaba una monedita y se veía cuando caía allá a la profundidad.
¿Cuál es su concepto de la cocina?
Tengo un concepto muy especial. Por un lado, que la cocina esencialmente es cultura. Y me gusta el término cocina, como me gusta el término fogón, el término olla. La tal gastronomía es una palabra que detesto porque tiene una connotación diferente.
A mí me gusta entonces hablar de cocina. Y la cocina desde un punto de vista de cultura. Me parece que fue Ortega y Gasset quien dijo que “cultura es lo que queda después de haber olvidado todo”. Tú sabes por qué usamos cuchillo y tenedor, y lo usamos bien, pero cómo nació, no lo sabemos.
Todo ese mundo es lo que a mí me ha apasionado.

Biografía de Martín Berasategui


Martín Berasategui Olazábal 
 
(San Sebastián, 27 de abril de 1960) es un restaurador español.
Estudió en el colegio de los Padres Capuchinos de Lekaroz, en el Valle de Baztan (Navarra). Está inmerso en el mundo de la cocina desde los trece años, gracias su madre y su tía. Se inició en el negocio familiar, Bodegón Alejandro, del que se convirtió en responsable principal a los 21 años. Cinco años después, el mismo recibió la estrella Michelín. Asimismo, desde muy joven ha viajado con regularidad a Francia, para completar su formación.
El 20 de enero de 2005 recibió el Tambor de Oro de San Sebastián en el día grande de la ciudad, el máximo galardón que entrega el Ayuntamiento de San Sebastián. Según palabras suyas, ese galardón le hizo más ilusión que recibir la tercera estrella Michelín.
Su restaurante más conocido, en Lasarte, fue calificado con 3 estrellas en la Guía Michelín y está considerado uno de los más conocidos representantes de la nueva cocina vasca. También dispone de otros restaurantes como el del Kursaal en San Sebastián con una estrella Michelín o el del museo Guggenheim Bilbao.

Considerado uno de los mejores cocineros del mundo, Martín Berasategui nació el 27 de abril de 1960 en Donosti, San Sebastián. Como gran genio de la cocina contemporánea, Berasategui se sumerge en la creación de nuevos platos y sabores.
Inmerso en el mundo de la cocina desde los trece años, se inició en el negocio familiar, del que se convirtió en el máximo responsable con solo 21 años, y cinco después recibió su primera estrella Michelin.

En 1993, inauguró el Restaurante Martín Berasategui, y desde entonces, logró una estrella Michelin al año de su apertura, otra en 1996 y una más en noviembre de 2001, gracias a la cuál se encuentra entre los 30 mejores del globo.

En 1996, creó junto a tres socios el grupo empresarial que engloba los selectos establecimientos: Bodegón Alejandro, Guggenheim Bilbao, Kursaal Martín Berasategui y Kukuarri.
En su extensa trayectoria, con más de veinte años de experiencia, ha recibido prestigios premios, como: mejor repostero español del año, mejor plato creativo y mejor plato del año en 1995, al año siguiente fue condecorado como el Mejor Cocinero Español.
En 1997, logró el Grand Prix del Arte de la Cocina, que lo posicionó como el cocinero de mayor proyección mundial y el mejor chef nacional en las más prestigiosas guías del extranjero. En 2001, fue homenajeado por su carrera en el Salón Internacional del Club de Gourmets en Madrid. El 14 de enero de 2005, fue galardonado con el "Tambor de Oro", un reconocimiento que le fue otorgado por su ciudad natal.

Ese mismo año es elegido, junto a Michel Bras, como uno de los dos mejores chefs europeos por las votaciones realizadas entre 35 chefs tres estrellas Michelin.

El 28 de septiembre de 2009, inaugura el primer restaurante dirigido por un cuatro estrellas Michelin en China, en el Restaurant Martin, de Shanghai.

En noviembre de 2009, la “Guía Michelin” otorga la segunda estrella al restaurante Lasarte del Hotel Condes de Barcelona y la primera al restaurante MB del complejo turístico Abama; un año más tarde, el restaurante Santo by Martín Berasategui de Sevilla es reconocido con su primera estrella. Todos ellos son asesorados por Berasategui, quien en 2011 se convierte en el único chef con siete estrellas en España.

Biografía de Pedro Subijana



Pedro Subijana 
 
Participa en el programa El rey del pincho, presentado por Ramón Arangüena.
Nació en San Sebastián, el 5 de noviembre de 1948. Su arranque como cocinero comienza en el colegio de los Marianistas, cuando se hizo boy scout con un grupo de amigos. Les dejaron un local para nuestras actividades y allí montó una pequeña cocina donde hacía sus primeros pinitos.
Decidió marcharse a Madrid para estudiar en la Escuela de Hostelería, pero no se quedó mucho tiempo, ya que en Zarautz abrirían una escuela de hostelería regentada por Luís Irizar, el que sería su maestro.
Más tarde trabajó en el Hotel María Cristina de San Sebastián y coincidiendo con la realización del servicio militar, acabaría como cocinero del Gobierno militar de esta ciudad.
Sus primeros pasos profesionales los dio en Vitoria, Tolosa, Hernani, Madrid y Estella hasta que, en 1975, llegó a Akelarre, su actual restaurante. Poco a poco, se ha ido preocupando de mejorar el servicio y de ir invirtiendo en infraestructura para convertirse en lo que es hoy.
En el año 1978, La Guía Michelín le concedió la primera estrella y en 1983, la segunda. En 1984 la revista Club de Gourmets le honró con el premio al Mejor Cocinero del año.  Todo ello contribuyó a consolidar su establecimiento, en el que, partiendo de las bases de la cocina tradicional vasca, ha soltado amarras para hacer una cocina personal, sin miedo, pero que mantiene la relación con los gustos del país como principal punto de referencia.
"Los premios reconfortan pero hay que tener mucho cuidado con ellos porque, en esta vida, lo mismo que hoy te ensalzan, mañana te critican. Lo importante es seguir día a día con el mismo interés y con las mismas ganas. Ese es el quid de la cuestión, no creerse que estás en la cima y que todo lo sabes, que nadie te puede enseñar nada." Comenta Pedro Subijana.
En 1974 comenzó una estrecha relación de amistad con Juan Mari Arzak, que continúa hoy en día. A su vez, se hicieron amigos del gran cocinero francés Paul Bocuse. Acudieron a verle trabajar en su restaurante de Lyon y aquello les sirvió para reflexionar sobre su propia realidad.
Reunieron a un grupo de amigos cocineros vascos para formar lo que en un momento determinado vino a llamarse "La nueva cocina vasca". La característica más importante de este grupo fue haber podido romper las barreras y trabajar en equipo. Entendieron que los avances en materia de cocina entroncaban con lo que representa la cultura de nuestro país. En esta labor, colaboraron y cada uno aportó su granito de arena.
Buscaban aunar la cocina tradicional con las últimas tendencias y los cocineros, personajes hasta entonces desconocidos, comenzaron a ser respetados y alabados. Aquello marcó una auténtica revolución gastronómica, de la que se conserva su filosofía y espíritu.
En 1991, empezó a presentar un programa en televisión sustituyendo a su amigo Karlos Arguiñano. Supuso más trabajo y responsabilidad pero al tiempo era un reto que afrontaba gustoso. Al final, creó nuestra propia productora, con la que trabajan actualmente. Además de comunicar de forma amena recetas de cocina, se da cumplida información sobre los productos para su elaboración, tocan el aspecto de la nutrición, etc.
En todo este tiempo, también ha publicado varios libros sobre recetas y en los últimos años, apasionado como es por la docencia, lucha junto a otros grandes cocineros, por el reconocimiento universitario de una Escuela de Cocina en San Sebastián.

Biografía de Aitor Elizegi Alberdi


Aitor Elizegi Alberdi


En el año 1995 inagura el restaurante GAMINIZ, ahora ubicado en el Parque Tecnológico de Zamudio, desde donde su cocina alcanza el éxito a nivel de público y crítica, hasta encontrarse en la actualidad entre los mejores restaurantes de la cocina vasca.

 

Quien redacte la verdadera historia de la cocina española contemporánea no podrá, si realmente es justo y objetivo, obviar la desproporción con que juegan algunos de nuestros grandes cocineros a la hora de pasar el examen de la crítica o del aficionado entendido.

La cuestión no es baladí, pues salir al campo competitivo con un equipo plagado de estrellas o superior en número, con mejor equipamiento e incluso con la fama que arrastra el nombre o la saga familiar, cuando no con las finanzas garantizadas y, por qué no decirlo, con la bendición de antemano de muchos prescriptores de opinión.

En las andanzas de este fascinante cocinero no ha habido comodines ni cartas marcadas. Ha ganado la partida, ante todo, con la imaginación, con una creatividad desbordante fundamentada en el santo y seña de su cocina: el impacto que asombra a la primera, los maridajes novedosos, los matices inolvidables, una técnica consumada y una capacidad innata para convertir en sofisticado todo lo que toca. Su trayectoria, como no podía ser menos, ya tiene recompensa. Nadie podrá discutir que Aitor Elízegi tendrá un hueco de honor en la cocina de vanguardia, tanto por sus pioneras y rupturistas creaciones que refrescaron y dieron alas a sus jóvenes colegas, como por sus inigualables aportaciones a la culinaria del bacalao, manjar que domina como nadie y que le ha reportado el título indiscutible de número uno del mundo.

La verdadera aventura de nuestro protagonista comienza junto a su amado mar de la costa vizcaína, en la villa vacacional de Plencia. Allí, con los proveedores habituales que a pie de puerto le suministran géneros de lujo, se labra la fama del Gaminiz, el restaurante que ahora ocupa un antigua caserío remodelado a tono con su filosofía futurista en el Parque Tecnológico de Zamudio. Se fraguaban entonces aparentes irreverencias que, con el tiempo, respetaron las luminarias de los fogones. Preguntaban por él, por los premios que le concedían; la crítica apuntaba que estábamos ante un genio como nunca había dado Vizcaya. Platos como las interpretaciones o versiones del pollo asado, el bonito con tomate, el intocable flan de toda la vida o el café irlandés asombraban por su fantasía y gama de texturas, formas y colores. Y, por supuesto, ese bacalao que por estos lares es una religión. En Plencia, Aitor abruma con sus propuestas: lasaña de láminas del gádido con ostras en sopa de percebes, carpaccio de gambas con bacalao y espuma de pil-pil, de nuevo el laminado cristalino y pilpileado con porrusalda y ajoarriero de centollo. El destino estaba escrito: nuevo local, más riesgo, nuevas inquietudes.

En la actualidad, el Elízegi de Zamudio es más pausado, más sosegado. El goteo de nuevas sensaciones, qué ironía, nos vuelve ansiosos a sus admiradores. Queremos más y más, deseamos ver superados, aunque sabemos imposible, platos como las hojas de pie de cerdo y lima, el cuajo de trufa con careta adobada, los espárragos a la menta con parmesano y salazón de anchoas, el bacalao a cuarenta grados o adornado con capuchina y erizos de mar, la parrillada verde de moluscos. Es la eterna contradicción del gourmet, media vida suspirando por lo que deparará el futuro y la otra media añorando el pasado.

Sin laboratorios de investigación, sin infraestructuras millonarias, sin equipos humanos sobredimensionados, Gaminiz y Aitor Elízegi demuestran que la gran cocina sigue estando en manos de la artesanía, la sensibilidad y el talento.

Biografía de Homaro Cantú


HOMARO CANTU

Homaro "Omar" Cantú Jr. (23 septiembre 1976 a 14 abril 2015) fue un chef e inventor conocido por su uso de la gastronomía molecular. Cuando era niño, Cantú estaba fascinado con la ciencia y la ingeniería. Mientras trabajaba en un restaurante de comida rápida, descubrió las similitudes entre la ciencia y la cocina y decidió convertirse en un chef. En 1999, fue contratado por su ídolo, Chicago Chef Charlie Trotter. En 2003, Cantú se convirtió en el primer chef de Moto, que más tarde compró.

A través de Motos, Cantu exploró sus ideas inusuales acerca de la cocina incluyendo menús comestibles, frutas carbonatadas y alimentos cocinados con un láser. Inicialmente visto como una novedad única, Moto finalmente ganó elogios de la crítica y, en 2012, con una estrella Michelin. Segundo restaurante del Cantu, ING, y su casa de café, Berrista, se centró en el uso de "bayas milagrosas" para hacer que la comida sepa agridulce. Él estaba trabajando en la apertura de una cervecería llamada Crooked Tenedor en el momento de su suicidio en 2015.

 Además de ser un chef, Cantú era una personalidad de los medios, apareciendo regularmente en programas de televisión, y un inventor. En 2010, produjo y co-organizó un espectáculo llamado Future Food. A través de sus apariciones en los medios, abogó por que se ponga fin al hambre en el mundo y pensó que su creación papel comestible y la baya del milagro podrían desempeñar un papel importante en ese objetivo. Cantú ofreció voluntariamente su tiempo y dinero a una variedad de organizaciones benéficas y patentó varios aparatos de alimentos.
Participó en Iron Chef y le ganó nada más y nada menos que a mi Iron Chef favorito: Morimoto!con el ingrediente secreto: betabeles. 
Bueno, ese señor es muy famoso porque ha introducido tecnología y técnicas vanguardistas a los alimentos… Por ejemplo, ha hecho sushi con una impresora. 
Pero no sólo inventaba comida, también inventaba aparatos como la impresora de comida, el minihorno ahorrador de energía, o un batidor que se expande a lo largo y ancho del tamaño del globo. Por cierto, que la hoja del menú de su restaurante, es comible. 

Biografía de Ferrán Adria


Ferran Adrià

Ferran Adrià

(L'Hospitalet de Llobregat, 1962) Gastrónomo español aclamado actualmente como el menor cocinero del mundo. En la brillante trayectoria de este artista de la gastronomía tuvo una gran importancia el apoyo recibido por su familia, que le transmitió, prácticamente desde su nacimiento el 14 de mayo de 1962, en el populoso barrio barcelonés de Santa Eulàlia, el respeto y el amor por la cocina. Su hermano, Albert Adrià, es hoy el jefe de repostería del restaurante El Bulli, del que Ferran es uno de los propietarios.
Sin embargo, su acercamiento a los fogones se produjo de manera casual. A los 17 años lavaba platos en el restaurante de un hotel de la localidad turística de Castelldefels con el único propósito de costearse un viaje a Ibiza. El jefe de cocina, que se percató de su interés y quizá de su talento, le dio a leer un libro de Escoffier, el gran cocinero francés.
Al cabo de un año, Ferran había cumplido su sueño de ir a Ibiza y se sabía de memoria el libro. Los conocimientos adquiridos los puso en práctica durante su servicio militar en Cartagena en 1983 y, mientras tanto, el azar lo llevó a El Bulli, un restaurante situado en la cala Montjoi de la Costa Brava, entre las localidades de Rosas y Cadaqués, donde trabajó durante el mes de permiso. Contratado de nuevo a partir de abril para la temporada de 1984, en octubre ya había sido nombrado jefe de cocina.
El entonces director de El Bulli y socio de Adrià, Juli Soler Lobo, y el flamante nuevo jefe de cocina se decidieron a hacer una restauración creativa. En pocos años El Bulli fue distinguido con la tercera estrella de la guía Michelín.
 

La incesante labor de Ferran Adrià, desarrollada a lo largo de más de veinte años, terminaría revolucionando los fogones en España y situando la nouvelle cuisine francesa y la "nueva cocina" española en una dimensión radicalmente distinta. Comenzó "deconstruyendo" platos para que pudiéramos degustar la gastronomía con los cinco sentidos. Luego sus experimentos culinarios fueron aún más osados: trató de irrumpir con sus técnicas en el mismo corazón del hogar y, lo que todavía resulta más atrevido, cambiar el concepto de fast-food (comida rápida) por el de good-food (comida rica).
En 2000 se abrió en Barcelona El Bulli Taller, un local concebido para la experimentación y creación de nuevas recetas. Así surgieron las patatas al café, los helados calientes, las croquetas líquidas con pollo o las nubes de vinagre, por citar sólo algunas de las más de mil quinientas combinaciones imaginativas creadas por Ferran Adrià.
A los numerosos premios recibidos en Francia y en España, el cocinero sumó en 2003 la Silver Spoon (Cuchara de Plata) que otorga la revista Arts and Foods de Nueva York, y que en gastronomía está considerado el galardón más prestigioso del mundo. Su fama internacional en los últimos años no sólo lo ha llevado a ser considerado el mejor cocinero del planeta, sino que, además, la revista Times lo ha incluido en su lista de las cien personas más influyentes del mundo.

Biografía de Juan María Arzak Arratibel




Juan María Arzak Arratibel 

(San SebastiánGuipúzcoa31 de julio de 1942 ) es un cocinero español y uno de los más importantes y premiados cocineros del mundo.

Arzak tiene una larga tradición familiar gastronómica, que se remonta al menos hasta sus abuelos, quienes ya tenían una taberna y casa de comidas. Es el padre de la chef Elena Arzak,

Formación


Su familia quería que estudiase, pero no hostelería. Al fallecer su padre, cuando él tenía 9 años, comenzó a estudiar en el colegio Alfonso XII de San Lorenzo de El Escorial. Terminó el bachiller y empezó estudios de aparejador, pero, después de un año de estudio, decidió matricularse en la Escuela Superior de Gastronomía de Madrid.4 3 Tras finalizar sus estudios en Madrid, pasa por el Servicio militar y hace varias prácticas en el extranjero, en los fogones del Sandersens parisino y del suizo Girarder, entre otros. Incluso llegó a conocer a Paul Bocuse, que le encaminó definitivamente hacia la cocina como arte.

El regreso a casa


Tras este periplo, empezó a trabajar en el restaurante de su familia en 1966. Su madre fue también su maestra en la cocina tradicional vasca, a la que sumaría su gran curiosidad y ganas de innovar hasta llegar a elaborar sus propias recetas.5

A partir de mediados de los años 70 comienza a recibir premios y reconocimientos, que convierten al Restaurante Arzak en un referente de la gastronomía nacional e internacional. En 1989 le otorgan la tercera estrella de la Guía Michelin.

En 1976 asistió al primer certamen gastronómico organizado por la revista Club de Gourmets, con la presencia de Paul Bocuse. Inspirados por la Nouvelle cuisine surge el movimiento de la Nueva Cocina Vasca, de la que Juan María Arzak se convierte en su principal representante y que influirá decisivamente en la cocina española, incluyendo al que se considera como mejor cocinero del mundo en la actualidad, Ferran Adriá.

Juan Mari es habitual en todo tipo de certámenes nacionales e internacionales de gastronomía, como Madrid Fusión.

Desde 2005 colabora en el programa de televisión de su amigo Karlos Arguiñano, en el cual actualmente interviene todos los viernes presentando innovaciones gastronómicas.

Durante el año 2012 fue el chef encargado de la alimentación del equipo de Fórmula 1 HRT -en joint-venture con el grupo de catering Bokado-, convirtiéndose así en el primer cocinero de reconocimiento internacional en hacerlo, hasta el cese de actividad de la escudería a final de temporada debido a sus problemas financieros.7

Premios y reconocimientos


·         1974 Premio Nacional de Gastronomía como mejor cocinero.

·         1983 Mejor cocinero de España por la Revista Club de Gourmets.

·         1984 Mejor restaurante de España por la Revista Club de Gourmets.

·         1985 Premio Mejor Restaurante.

·         1989 Tercera estrella de la Guía Michelin.

·         1989 Entrada en la cadena Tradition & Qualité.

·         Gran Premio del Arte de la Cocina como mejor cocinero de Europa por la Academia Europea de Gastronomía.

·         1993 Caballero de la Orden de las Artes y de las Letras del Ministerio de Cultura Francés.

·         1994 Medalla de Oro de la ciudad de Donostia, entregada por el Ayuntamiento como expresión de reconocimiento y gratitud del Pueblo de San Sebastián a su profesionalidad en base a los servicios de carácter extraordinario prestados al municipio.

·         1995 Premio Mejor Restaurante.

·         2002 Distinción Lan Onari, otorgada por el Gobierno vasco en reconocimiento a su trayectoria profesional.

·         2002 Medalla de Oro al Mérito Turístico de España.

·         2007 Premio Nacional de Gastronomía como mejor Restaurante.

·         2007 “II Premios Quesos de Francia, unidos por el placer 2007” de Sopexa.

·         2008 Vasco Universal.

·         2008 Premio Especial de la Gastronomía Austriaca, concedido por la revista A la carte.

·         2008 Premio al Restaurante como miembro destacado del “Circulo de Restaurantes Centenarios FEHR”.

·         2009 Premio a las Artes “El Delantal de Oro” como uno de los cocineros más importantes de la actualidad.

·         2010 Premio Nacional de Gastronomía tradicional Lola Torres.

·         La Universidad de Barcelona convoca desde el año 1999 el Premio Juan Mari Arzak de periodismo temático, otorgado a trabajos especializados en el sector gastronómico.